Hace ya trece años que las Escuelas de Judo de La Villa de don Fadrique iniciaron su andadura. Su máxima responsable y fundadora, Susana Somolinos, asegura que "desde el principio lo hicimos con un objetivo claro: transmitir mucho más que un deporte. Desde entonces, explicó, el tatami se ha convertido en el escenario donde se forjan no sólo judokas, sino también personas con valores como el respeto, la disciplina, la perseverancia y la humildad". La clausura de esta temporada concluyó con una foto de familia en la que estuvieron el alcalde, Jaime Santos Simón, y el concejal de Deportes, Luis Palazuelo.
Con tres grupos en funcionamiento y en constante crecimiento, cada clase es una experiencia adaptada a la edad y al nivel de los alumnos. Desde los más pequeños hasta los más veteranos, todos aprenden desde cero las diferentes técnicas marciales, avanzando paso a paso en su camino hacia el siguiente cinturón. "Pero más allá de las técnicas y los grados, avanzó la profesora judoka, lo que de verdad se cultiva es el compañerismo y la diversión. Porque en estas escuelas, aprender también significa disfrutar. Cada paso en el camino hacia un nuevo cinturón, explicó, se convierte en una conquista personal y colectiva".
La temporada se divide entre sesiones técnicas y físicas, buscando un equilibrio que fortalezca tanto el cuerpo como la mente. Y como no podía faltar, cada año se participa en varios torneos, donde lo importante no es sólo competir, sino disfrutar del viaje, poner en práctica lo aprendido y volver a casa con una sonrisa y muchas ganas de seguir mejorando. En defiitiva, se trabaja tanto la preparación física como la técnica, en un ambiente de aprendizaje donde la diversión está siempre presente. Además, el alumnado tiene la oportunidad de participar en torneos y encuentros, donde la experiencia vivida y el espíritu deportivo son el mejor premio.
El éxito de estas escuelas, por tanto, no se mide sólo en medallas, sino "en el entusiasmo de los participantes, en el ambiente de familia que se respira y en el orgullo de ver cómo cada curso suma nuevas incorporaciones a esta gran comunidad", aseguró Susana Somolinos. Los entrenamientos no cesan, la ilusión no se detiene y el espíritu del judo crece con cada nueva temporada. Las Escuelas de Judo de La Villa de don Fadrique no son sólo un lugar donde se entrena, son una gran familia en la que cada judoka encuentra su sitio, su ritmo y su motivación, un ejemplo de cómo el deporte puede ser una herramienta educativa, integradora y transformadora. Un proyecto que, temporada tras temporada, sigue creciendo con la misma ilusión del primer día.
"Porque aquí, más que a luchar… se aprende a vivir. En definitiva, concluyó, en las Escuelas de Judo de La Villa de don Fadrique, se entrena el cuerpo, y se forma el carácter".