La cocina manchega, y por tanto la fadriqueña, es deudora por una parte de la reciedumbre castellana, con guisos de carne y asados, y por otra de la más ligera del sur y el Mediterráneo de raíz musulmana en la que los protagonistas son los productos de la huerta y la repostería.
A esto habría que añadir la humilde y sabrosa cocina de los antiguos pastores. Ejemplos son el mojete, el pisto manchego, la caldereta de cordero, las migas, las gachas, el ajo tizón, el perol de carne, y, más fadriqueños, las patatas revueltas con huevo al pegote o la coña.
En cuanto a los postres, destacan el más genuino de La Mancha, como es el mostillo y el arrope, elaborados a partir del mosto de uva, o el rollo, las paparruchas, las gachas dulces, el arroz con duz, y los jugosos melones en verano. Lo dulce o duz en el habla popular, también ofrece buena representación: pastas, rosquillos, sequillos, "mantecaos", tortas, rosquillas y flores. No hay que olvidar el sabroso queso de oveja, los buenos vinos blancos y tintos y la mistela a base de mosto de uva y alcohol.
Y es que los caldos de La Villa de Don Fadrique ya han sido reconocidos a nivel nacional e internacional en importantes y prestigiosos concursos de sumilleres y catas comentadas.