La abuela de La Villa de Don Fadrique, Benita Santos Tello, cumplió el pasado lunes, 30 de abril, 104 años, que celebró de nuevo junto a su familia en su casa de siempre. Por ella han pasado dos guerras mundiales, la Depresión del 29, la Guerra Civil española y todo un convulso siglo XX que, en las zonas rurales, y en aquella España de entonces, se notaban mucho más las dificultades por las que tenían que pasar sus habitantes para sobrevivir.
El Ayuntamiento de su pueblo, con el alcalde Jaime Santos Simón y la concejala de Cultura, Igualdad, Festejos, y Seguridad Social, Mª Ángeles Díaz-Maroto, quisieron felicitarle regalándole una tarta y un ramo de flores. “Que no tengamos que volver a lo de antes”, manifestaba una pletórica mujer por la que, tras conversar con ella, pareciera que se hubiera detenido su reloj biológico, hace, al menos, 30 años.
“Ahora se vive muy bien, comentaba la centenaria, ojalá hubiera nacido yo ahora. Si es que se lo decía yo siempre a mi madre, que se tenía que haber esperado, siquiera 20 años. Cuando estábamos en la siega, labor esta a la que se refiere Benita Santos Tello como la que menos le ha gustado en toda su vida, los hombres decían, por aquel entonces, cuando lleguen las máquinas, vamos a pasar poca hambre. Luego cuando llegaron les decía yo, ojalá hubieran llegado antes y no hubiéramos tenido que trabajar tanto.”
Con una salud envidiable, un estado mental y físico por el que parece que no pasa el tiempo, la tía Benita, como la llaman cariñosamente sus convecinos de La Villa de Don Fadrique, recuerda anécdotas y vivencias con un gran tono humorístico y jocoso, incluso al recordar a su marido, que falleció a los 88 años, dos años mayor que ella, José Mendoza Santos-Tello.
Con él tuvo su hijo de 69 años y sus hijas de 66 y 74, aunque la primera de ellas, la de 66, la tuvo antes de la Guerra Civil que asoló España “cuando no había curas y tuvimos que casarnos por lo civil. Pero yo cristiané a mi hija aunque no se estilaba y cuando pasó la Guerra nos casamos como Dios manda. En toda mi vida, a lo que nos hemos dedicado, explicaba Benita riéndose, ha sido a trabajos tontos: segar y luego tenerte que echar encima de las pajas, ir a vendimiar y tener que venir por el camino empujándole al carro porque el burro no quería tirar de él, y todo eso.”
Por su memoria, recuerda como lo más anecdótico de cuanto le ha pasado: su boda, en la que, con las siete pesetas que le sobraron, se fueron de luna de miel a La Puebla de Almoradiel con “El Trenillo”, hoy convertido en Camino Natural, que por aquel entonces valía el billete una peseta. Y como lo mejor, cuando, ya jubilado José Mendoza, se fueron de viajes por España a lugares como Málaga y Ceuta.
En esta última ciudad, le llamó poderosamente la atención que los hombres fueran casi descalzos y las mujeres vírgenes tapadas la cara. “Yo quise saber por qué se tapaban, creía que lo hacían porque eran feas o algo así, y, antes de coger el barco, me senté al lado de dos y me lo explicaron. No lo creía, no hay ley que debiera amparar esto”, lamentaba.
Ahora, entre el bullicio de su larga familia, de la que, sólo queda su descendencia, ya que sus dos hermanos y sus padres no están y los trae a la conversación con nostalgia, dedica su tiempo libre hábilmente a jugar con los que osan retarla, a juegos de cartas tan conocidos como la brisca, el tute, el cinquillo o el despistao".
“Mi marido era muy bueno y si ahora estuviera aquí diría, sabía yo que tú te ibas a quedar aquí”, aunque, a juzgar por el largo tiempo que nos hizo reír ella es muy similar. El merecido homenaje terminó con su truco para vivir: “Trabajar más, que ahora la gente joven trabajáis poco”, enfatizó en tono socarrón para luego, más en serio, decir que el secreto para superar los 100 años consiste en “estar rodeada de gente joven que te quiere, y comer sano”.
Que cumpla muchos más: “No muchos, aseguraba, pero sí con la salud que tengo ahora, por lo menos un año más”, sentenció antes de despedir a sus comensales, una abuela de La Mancha que no se atrevía a pronosticar cuántos más cumpliría: “Hay que ir día a día”, decía la bisabuela de siete nietos y cinco biznietos, “aunque, añadía, ya me gustaría veros a muchos así con mis años”, expresaba riéndose la abuela fadriqueña”, y seguro que disfrutaría viendo cumplir 100 años a sus convecinos..
Los buenos guisos caseros y el Milagro del Cristo del Consuelo
A Benita Santos Tellos, sólo aquejada con algún problema de oído consecuencia de un sarampión a los cinco años y de las piernas, aunque no demasiado para su edad, lo que más le gusta son los buenos guisos caseros, sobre todo las típicas gachas manchegas que aún puede degustar aunque no ande bien de dentadura, y se entretiene con la televisión, de la que lo que más le interesa son las películas de cine, las canciones y “los hombres que hablan bien” porque no gusta nada de polémicas y discusiones.
También recuerda con todo detalle el Milagro del Cristo del Consuelo, que ella vivió a la edad de 16 años, cuando, el patrón de La Villa de Don Fadrique, un 17 de mayo de 1925, ante una larga y penosa sequía, sacaron la imagen del santo en rogativas para que viniera la lluvia, y, antes de llegar al Pozo de los Caramelos que suministraba el agua a la población, comenzó a llover con tal intensidad, que se salvaron todas las cosechas de aquel año, e incluso nadie resultó mal de salud y eso que todo el mundo acabó empapado hasta los huesos.
“Las mujeres y los hombres, recuerda riéndose, empezamos a chorrear por la cara del tinte de las mantillas y las boinas, que, como era tan malo, nos tiznaba la cara conforme caía la lluvia. Del pozo salió, comentó, una mariposa blanca, y empezó a salir agua a borbotones, con tanta intensidad como la que caía del cielo.”
Jaime Santos Simón:"Un orgullo tener una centenaria fadriqueña así"
El alcalde de La Villa de Don Fadrique, Jaime Santo Simón, expresó su sentimiento tras felicitarle a ella y a toda su familia, este cumpleaños "poco frecuente": "Estamos muy orgullosos de tener una centenaria fadriqueña así. Es una abuela que nos enseña mucho. Nos da muchísima alegría tener a alguien tan positiva con 104 años, tan jovial y tan simpática".
"La gente mayor tiene mucho que enseñarnos, aseguró el primer edil fadriqueño, y eso es lo mejor de haber pasado este rato la concejala, Mª Ángeles y yo, con ella. Nos sentimos, de verdad, muy orgullosos de poder compartir tanta vida con la tía Benita. Y deseamos que el año que viene cumpla uno más, y que los cumpla así de bien, y lo podamos disfrutar todos."